El pequeño delfín, como todos los niños, era curioso.
-¿Que haces?-preguntó
-Bailo-respondió la dama.
-¿Puedo bailar yo también?-dijo ilusionado el bebé
-Claro¡ Me encantaría bailar contigo¡
Y así comenzaron a bailar y a girar y a saltar y a moverse. Y sonreian y a veces hasta jugaban a equivocarse y a imitarse mutuamente. La dama era elegante y rítmica, lenta y armoniosa...y el delfín también...pero como niño que era...le gustaba chapotear y de vez en cuando se le atravesaba entre las piernas para hacerla caer...
La tarde fue cayendo...y unas aletas asomaron a lo lejos. Con su agudísimo oido el delfín percibió el reclamo.
-Es mi madre - dijo - Tengo que marcharme...¿Puedo volver otro día?
-Siempre que quieras- replicó la dama.
Y le dió un beso en el morro...y con un soplido le empujó mar adentro.
Desde aquel día muchos delfines vienen a bailar con la dama. Ha corrido la voz y todos quieren compartir su extraña danza azul. Y cuando ella se cansa...y tiende su cuerpo moreno y cálido en la arena....siempre siempre siempre uno de los delfines asoma su morrito resbaladizo y le coloca en el ombligo...una preciosa flor marina.
¿Que quien es ella?
Nadie conoce su nombre.
Simplemente...es ella.
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